viernes, 30 de mayo de 2014

Cerro Roké y Takuara Rendá: dos mundos, dos realidades


Más allá de viajar un par de veces al año, no más de un mes por viaje, hemos vivido toda nuestra vida en ciudades: Buenos Aires, José C. Paz, Caseros. Ahora, luego de más de 30 años de vida, nos vemos viajando lejos de toda nuestra vida conocida por un gigantesco sin fin de paisajes, llegadas y salidas, micros y mochilas. Las horas del día se desdibujan y pierden fuerza, los días se ablandan y el calendario se vuelve lejano; sin embargo, redescubrimos un ritmo cíclico que nos sostiene.

Dentro de este juego de viajeros llegamos a Paraguay, al cerro Roké, donde se lleva adelante un proyecto de permacultura basado en el aprovechamiento de la takuara como proyecto productivo integrado a un modo de vida en armonía con la naturaleza y el entorno (Takuara Rendá, el mundo del Bambú1). Para tal fin, Guillermo, arquitecto argentino establecido en el país director del proyecto, nos recibió como voluntarios para intercambiar trabajo por un lugar donde dormir y comida. Economía que buscamos para poder sostener nuestra nueva forma de vida.

En el lugar convivíamos con Julián, otro voluntario colombiano que contaba con más tiempo de permanencia y experiencia en el sitio, y con Pablito y Cipriano lugareños contratados para trabajar durante el día en diferentes tareas. De allí la unión de varios mundos, ritmos y realidades. Por un lado personas de la ciudad con buenas intenciones que buscan reintegrarse a la naturaleza, sus ritmos y saberes; y personas del campo con el ritmo de la naturaleza y sus saberes, pero sin poder de decisión y organización dentro de este tipo de proyectos.
El lugar, estrella de hermosas viviendas y estructuras construidas con caña y elementos naturales, colectores y formas de distribución del agua impecables, extensos lugares para huertas y una riqueza natural formidable; no contaba con una población establecida suficiente para el mantenimiento de toda la infraestructura ni para la producción de alimentos. Aquí confirmábamos una vez más por vista propia y por diversos comentarios que las relaciones humanas siguen siendo el mayor desafío para el mantenimiento de las nuevas comunidades, más allá de los recursos naturales.
A nuestro modo de ver las cosas y como meros observadores, creemos que influyen varios factores a saber: en muchos casos no existe una total vinculación con el sitio, teniendo una pata (o más) en la ciudad que dificulta el anclaje de la transformación de los habitantes de urbanos a “aldeanos”. Generalmente esto se justifica por motivos económicos, laborales, familiares u otros. La falta de una persona, familia o grupo consolidado en el sitio hace tambalear la balsa con peligro de desmantelar la trama humana capaz de anclar el proyecto.
Por otro lado, en muchos casos ya existe una comunidad autosustentable campesina afianzada en el lugar con saberes y prácticas adecuadas para el sitio. Este modo de vida genera seres con sonrisas radiantes, mucha amabilidad y bondad, y una serenidad y ritmo implacables; a pesar del trabajo rudo del campo. Sin embargo, actualmente la mayoría de los  jóvenes del cerro deciden abandonar la vida del campo para trasladarse a las ciudades donde creen tendrán mayor oportunidades y una vida más confortable. Por otro lado, poco a poco llegan al cerro prácticas de tipo más urbanas como el ladrillo y el cemento que sustituyen al tradicional barro para las viviendas, la harina de trigo y el azúcar refinado inexistente en los hábitos tradicionales de alimentación, el ingreso de la televisión satelital, entre otros. En su conjunto determina un cambio y a nuestro saber un empobrecimiento de la cultura ligada a la tierra tildada en algunos casos como hábitos de tipo “primitivos o precarios”, por los mismos habitantes que ahora ya no viven en el sitio o por aquellos foráneos que nunca han experimentado ese tipo de vida y por ende no llegan a su total comprensión.

Como observadores externos percibimos dos mundos, los cuales rara vez se complementan en una realidad integrada. No llegan a incorporarse las prácticas campesinas vigentes y probadas por largo tiempo adecuadas para sustentar las nuevas comunidades. Mientras que se importan elementos desvinculados del entorno local inmediato tales como conocimientos, en algunos casos de origen académico teórico; semillas y productos de las ciudades, a veces oriundos y probados en otras regiones. Además, los campesinos tampoco se incorporan como parte constitutiva de los proyectos, generando la existencia de jerarquías entre campesinos y arribeños (personas foráneas que arriban a un lugar). Relaciones en muchos casos del tipo jefe-empleado, concentrando el poder de decisión en manos de las personas que cuentan con el capital en lugar de una organización horizontal no jerárquica donde todos los saberes y recursos son iguales.

Seguimos buscando más experiencia y tiempos de convivencia en diferentes tipos de proyectos de transición. Emprendimientos de un valor inmensurable y fundamentales en la construcción de nuevas y mejores formas de vida. Entendemos que sólo con buena voluntad no es suficiente para asegurarse el éxito de las nuevas comunidades, que hace falta una “maduración, sinceramiento, respeto y humildad” para dejar de lado las formas antiguas de organización y lograr esa integración que muchos sentimos pero que cuesta tanto alcanzarla. Eso significa tanto dejar de ser jefe como empleado para pasar a ser partes interdependientes constitutivas de las nuevas organizaciones. También puede ser interesante dar lugar a diferentes formas de vida como nómades, viajeros y voluntarios, con lineamientos claros desde la dirección para hacer efectiva su participación temporal en el sitio. El desafío, no es solamente ecológico sino social y político, capaz de lograrse con el nacimiento de un nuevo hombre, y ese hombre no será egoísta.

 


1 comentario:

  1. Gracias Chicos!! excelente nota!, el desafío para mi es tal cual lo plantean, lo siento así al 100% <3 gracias gracias!

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