Una
vez más en el camino, esta vez buscando una tierra para hacer
realidad nuestras ganas de integrarnos de forma saludable con nuestro
ambiente.
Estamos
viviendo el resultado de muchos hechos que se vienen precipitando en
cascada. Nuestro amor e interés por la naturaleza, carrera de grado,
posgrado en biología y varios años en la investigación científica
nos dieron por resultado mucho estudio, mucha teoría y mucho tiempo
frente a la computadora y el laboratorio. Pero cada vez menos tiempo
en contacto con la fuente que nos inspira: nuestro entorno natural,
sus ritmos, formas y modos de vida ligados a la tierra. Por otra
parte, como seres multifaséticos siempre nos acompañó el amor por
las artes corporales y otras formas de expresión artística como
danza, acrobacia, música, escritura y acroyoga.
Así
se nos vino un brusco volantazo. La conciencia que nos moviliza a
redireccionar nuestras fuerzas, recobrar el control de nuestro bote y
asignar nuestro tiempo a todas las cosas que disfrutamos hacer sin
que una sea más importante que la otra, un todo integral, nuestra
vida. Le siguieron nueve meses de viaje por Latinoamérica donde
conocimos bellas personas y comunidades y compartimos agroecología,
cocina natural, acrobacias. Disfrutamos muchos paisajes, aves,
insectos, otros animales, plantas…
Hoy,
nuestro andar sigue siendo un viaje. Dónde podemos ser? Dónde
harías tu nidada? Norte o Sur? Lo difícil es limitar la inmensidad
cuando sentimos que somos parte de todos los sitios que visitamos.
Decidimos el centro argentino, nuestro país de nacimiento, el Chaco
serrano, Córdoba traslasierra. El nuevo comienzo: enero 2016, ya se
cumplen casi 2 meses de un nuevo nacimiento y un nuevo sueño que
cumplir.
Los
paisajes dominados por el verde uniforme de la soja por suerte
empezaron a disolverse entre las sierras. El biocorredor Comechingón
aún es un espacio increíble donde la naturaleza está muy presente
en su monte, sus arroyos y vertientes de agua cristalina y sus
pueblitos serranos. A pesar de ello también tiene un gran
crecimiento demográfico por parte de emigrantes de las grandes
ciudades como Buenos Aires, Rosario y Córdoba capital.
En
nuestro andar compartimos unos hermosos días con la familia de
Matías y Cintia en Travesía. Su proyecto llamado Viva el monte!
realiza algo tan innovador como ancestral: el aprovechamiento de los
frutos silvestres del monte nativo. El fruto estrella es la chaucha
de algarrobo que se recolecta a mano en diferentes regiones del país.
Las chauchas son secadas al sol, posteriormente molidas para dar un
producto de excelente valor nutricional además de delicioso: la
harina de algarroba. A partir de las chauchas de dicho árbol también
se elabora la aloja (bebida sin alcohol), la leche de algarroba, el
patay (tipo de pan), el arrope y el torrado (similar al café). Todo
en forma artesanal y cuidando muchísimo la calidad. Así pudimos
verlo los días que estuvimos como voluntarios. No sólo el algarrobo
es posible aprovechar en forma consciente del monte sino también
piquillín, molle, quitucho (ají picante silvestre), hongo de molle,
miel de monte, mistol, tuna, chañar, etc. para la elaboración de
jaleas, dulces, arropes, miel, hongos secos, vinagres y otros
manjares.
Teniendo
en cuenta nuestra forma de vida urbana actual que favorece el
desmonte para la utilización de su madera y la expansión de la
frontera agrícola y ganaderapor un lado, y el aumento de una
alimentación cada vez más procesada y refinada por el otro;
“volver” al monte en busca de sus frutos no es para nada un
retroceso. Sin embargo, actualmente el monte para muchos es un lugar
irreconocible, inhóspito y olvidado, externo, ajeno y peligroso;
tanto para las personas de la ciudad como para muchas que conviven
diariamente con él. Por esto, esta noble tarea de dirigir la mirada
hacia el monte es una forma de aliviar las heridas que le estamos
produciendo a un ecosistema que nos brinda todos sus servicios en
forma gratuita y desinteresada. Ni más ni menos que el agua para los
cultivos, animales y personas; la regulación del clima; la
conservación de los suelos, el hogar de muchísimos seres y paisajes
hermosos para nuestra vista. Todos ellos invaluables, elementos sin
precio, cuya pérdida estamos afrontando cada vez con mayor
intensidad como externalidades ambientales.
El
desafío actual es reintegrar nuestra forma de vida con lo silvestre,
reinventando una nueva manera de vivir. De otra forma, sin conocer su
valor y el aprovechamiento de sus productos, será muy difícil
lograr un sano equilibrio. Proyectos como el que describimos y el
saber de muchas personas que saben aprovechar sanamente su medio nos
muestran que es posible una vida donde todos podamos ser consecuentes
y responsables de nuestras acciones.
Más
info: alimentos@vivaelmonte.com.arViva el Monte – Alimentos ancestrales (Facebook)
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