Los invito a que reflexionemos juntos un
momento sobre la realidad ambiental argentina. Actualmente nuestro país es el
tercer productor mundial de transgénicos con 24,9 millones de hectáreas en el
20131, representada principalmente por la soja resistente al glifosato.
¿Nos hemos detenido a pensar porque hemos llegado a esta realidad y lo que
significa?
Un reconocido periódico del agro nos
dice que “los números de la biotecnología agrícola crecen y cobran importancia
en el progreso mundial por la erradicación del hambre”. Por otro lado, afirma
que “la tasa de adopción de cultivos genéticamente modificados (GM) ha sido
elevada, lo cual indica el alto grado de satisfacción del agricultor argentino
con respecto a los beneficios que provee la biotecnología, entre los que se
destaca el incremento en los rendimientos, la posibilidad de realizar cultivos
de segunda y la reducción de los costos de producción (reducción de aplicaciones
de insecticidas)1.
También, recientemente el glifosato ha
sido incluido en la categoría 2A como un probable carcinógeno humano por la
Agencia Internacional para la investigación del Cáncer (IARC) de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), en base a estudios en animales y datos
epidemiológicos en humanos tanto con glifosato puro como con los preparados
comerciales (RoundUp)2. Respecto a esta asignación la BBC nos cuenta
que la compañía Monsanto ha demandado una retractación de la OMS. Recordemos
que Monsanto, una compañía basada en U$S 15.000 millones basa su éxito
comercial en la venta de cultivos GM resistentes a este herbicida. La compañía
ha declarado que está evaluando la mejor manera de proceder ante la publicación
de la OMS argumentándose en que el glifosato se había probado como seguro
durante décadas y en el que acusó a IARC de basar sus conclusiones en política
y no en buena ciencia3.
La Argentina es el décimo país con
mayor superficie cultivable del planeta con 31 millones de hectáreas según
datos de la FAO, el diario Norte de Chaco nos dice “la Argentina todavía puede
expandir su frontera agrícola y la utilización de organismos GM ayuda a este
crecimiento”. La nota finaliza compartiendo las palabras de Eduardo Trigo que
opina que si no se hubiera incorporado la soja transgénica en 1996 la
superficie sembrada con este cultivo apenas superaría los 10 millones de
hectáreas4.
Para realmente poder evaluar el
presente ambiental y de nuestra agricultura, que dicho sea de paso, es la
realidad que compartimos con los Estados Unidos, Brasil y Paraguay en cuanto a
la dominancia en la siembra de cultivos GM; debemos examinar algunos conceptos
que dejamos pasar sin detenernos demasiado y que abundan en los medios de
comunicación y sin percibirlo en nuestro discurso cotidiano.
Volvamos al comienzo, ahora con un
poco más de atención, el medio relaciona biotecnología con progreso y erradicación
del hambre. Claro está que erradicar el hambre del mundo sería realmente un
progreso importantísimo como humanidad, pero en esto ¿está realmente
relacionada la biotecnología? ¿Hace falta producir más alimento? ¿Estamos
conscientes que hoy en día se produce en el mundo alimento suficiente como para
alimentar al doble de la población mundial?5 ¿Sabemos que la mitad
de la comida producida en el mundo se tira por errores en el sistema de
producción, distribución y venta?6 ¿Tenemos en cuenta que la
población malnutrida del mundo ha aumentado desde la mitad de la década de los
90 (momento en que comienzan a implementarse masivamente los cultivos GM) hasta
el 2008 de 788 a 923 millones de personas respectivamente?7 ¿Sabemos
que la proporción de personas malnutridas en los países en desarrollo
prácticamente no ha variado en el período 1995-20088, cuando los cultivos
GM en los mismos países han aumentado de 0 a 40 millones de hectáreas9?
Sigamos adelante, el mismo medio relaciona
los conceptos de alto grado de adopción a los cultivos GM con satisfacción a
los beneficios de la biotecnología expresado en incremento en los rendimientos,
reducción de costos y altos beneficios económicos. Si pensamos bien son tres
argumentos relacionados a conceptos económicos, es raro ver como “satisfacción”
se considera ligado a beneficio económico como el único argumento. En mi
opinión, otros conceptos como felicidad, belleza, amistad, compartir,
disfrutar, etc. deberían estar relacionados con “satisfacción”, pero no
aparecen.
Recientemente, el glifosato ha sido
declarado como probable carcinógeno, habiendo evidencia de sus efectos adversos
en el ambiente y en las personas desde hace varios años, por ejemplo: Rulli en
su libro “pueblos fumigados” nos cuenta que las Madres de Ituzaingó
recientemente han sido escuchadas por la Justicia luego de denunciar por una
década que de cinco mil personas que viven en su barrio, el 35% padece cáncer
debido a las fumigaciones10. A partir de esta asignación del glifosato
Monsanto, principal perjudicado, pide la retracción de la OMS argumentando que
el compuesto se había probado como seguro durante décadas. ¿Se había probado?
¿De qué forma? El Dr. Carrasco fallecido recientemente, por ejemplo, había
publicado los efectos adversos en embriones de vertebrados de este compuesto
desde 2009 y recibió amenazas y desestimaciones por parte de autoridades
nacionales e internacionales.11, 12, 13
Las argumentaciones a favor o en
contra se construyen habitualmente desde la misma forma de razonamiento que
genera el problema que se pretende solucionar. En ningún momento se cuestiona
en el grueso de la opinión pública al individualismo, la sociedad liberal y la
economía capitalista. Donde cada persona basa su bienestar en el consumo de
bienes y servicios. Si esto es así, si nuestro bienestar está ligado a poseer
bienes y reconocimiento, podemos recudir lo que nos rodea simplemente a objetos
útiles potencialmente comprables y vendibles. Pero, en este camino de
simplificación también están incluidos los elementos vivos: la naturaleza y
nosotros mismos.
Siguiendo esta forma de ver las cosas,
buscamos cada vez más vivir entre objetos, nuestras “posesiones”, encerrándonos
en ambientes artificiales, lejos de los paisajes naturales. Vemos a las
personas que nos rodean por lo que hacen y no por lo que son. Creyendo
fuertemente que todo depende de nosotros, nuestro éxito y fracaso en este
mundo, sin ver ni sentir las conexiones que sostienen todos los componentes del
complejo entramado de la vida.
A pesar del estrés, cansancio,
insatisfacción, rutina, nervios, monotonía, fealdad; llegamos a entregar lo más
valioso que poseemos: nuestro tiempo y fuerzas. Un jefe (autoridad) invisible,
sutil, actúa dentro de nosotros mismos y por temor a revelarnos, a ser
castigados por el resto, a tomar medidas, a hacernos cargo, a perder nuestras
posesiones; preferimos seguir siendo esclavos de nuestros logros, seguir
haciendo carrera, seguir consumiendo, seguir poseídos por la ansiedad
productivista.
Así entre objetos y obligaciones hablar
de felicidad es raro hoy en día y diría que hasta tabú. Cuando se nos pregunta sobre
el tema muchos no sabemos que responder. Y a la pregunta de ¿cómo estás? la
respuesta más común es: ahí ando, tirando, normal, estoy bien tengo todo lo que
necesito, no me quejo, no me falta nada, o un directo estoy cansado, harto… Pero
en lugar de cuestionar nuestra forma de vida y sus carencias significativas en
conceptos de solidaridad, comunidad, cuidado, cooperación, afecto, autorealización
y transcendencia; expandemos esta forma
de ver las cosas más allá de nosotros mismos y nuestro círculo más próximo,
limitando todo a su utilidad.
De este modo, fuera de las ciudades, llegamos
a talar ecosistemas de los más biodiversos del mundo para vender su madera o
para usar las tierras como pasturas para ganado. Reducimos el Amazonas a palma
aceitera, o la selva misionera a plantaciones de pino, o el Chaco a soja, etc.
Lo que estamos haciendo también es reducir la tierra, la vida y su compleja
trama a una forma de producir dinero. Ya que la soja no es un alimento, sino un
commodity cuyo valor se fija en la
bolsa de valores al igual que muchas otras materias primas14, 15. La
tierra fuente de vida por dinero, ¿no es una forma de prostitución?
Tanta hipocresía existe hoy en día en
nuestra cultura que podemos hacer una marcha por los derechos y la seguridad de
la mujer y seguir violando a nuestra tierra con la conciencia limpia, sin ver
ni sentir las conexiones entre todos los componentes del planeta. Sin entender
que no estamos separados de ella.
Así es como llegamos a rociar medio
país con un compuesto tóxico generado en laboratorio; sin entender lo que
afuera, en el ambiente, ni adentro, en nuestro ser, está sucediendo. Sin ningún
tipo de cuestionamiento. Así, llegamos a hablar de mejorar las semillas cuando
estamos olvidando lo que la semilla significa y cómo cultivarla de la forma en
que la tierra nos lo indica. Así, llegamos a preferir alimentos procesados en
lugar de naturales, etc.
Ahora se vienen elecciones políticas
pero ningún candidato propone cuestionar este razonamiento, pasan los
candidatos, los partidos políticos, las banderas y slogans; mientras que en el ambiente
los organismos GM aumentan, la extracción aumenta… y nosotros seguimos
encerrados, sin tiempo, sin involucrarnos y con miedo.
Artículo escrito por: Pablo V. Perepelizin
Referencias
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