Hoy día, sobre todo en las
grandes ciudades, tercerizamos la mayor parte de nuestras necesidades
incluyendo: energía, alimentación, vivienda, salud, educación, cuidado de los
niños/as y ancianos/as, etc. Llamamos tercerizar a todo aquello en lo que no
tomamos participación directa en la manutención o producción de bienes o
servicios. Estos requerimientos básicos para la vida son concentrados por
gigantescos monopolios que los comercializan, haciéndonos creer que consumo es
sinónimo de bienestar, fijando estándares de vida basados en la necesidad. Llevando
por consiguiente a aumentar cada vez más nuestro consumo, dando como resultado
el paradigma de crecimiento1
de predominio actual.
El paradigma de crecimiento
encuentra su desarrollo e implementación gracias a un cuerpo de normas y
reglamentaciones llamado burocracia.
La burocracia se define como la estructura organizativa caracterizada por
procedimientos explícitos y regularizados, división de responsabilidades y
especialización del trabajo, jerarquía y relaciones impersonales. De ella se
desprende la administración pública; la estandarización o uniformidad; la
contratación, asignación o remoción de personal; la disciplina; la
simplificación; etc. Si lo pensamos detenidamente, debido a la conformación de
la sociedad actual, prácticamente todos/as somos burócratas en mayor o menor
medida. Según cuanto predominio tenga esta estructura en nuestro modo de vida, dependerá
la mayor o menor desaparición de otros componentes opuestos a dicho
funcionamiento como son la autogestión y descentralización, diversidad y
heterogeneidad, trabajo cooperativo y organización horizontal, entusiasmo en la
labor, visión integral u holística, etc.
Esta forma de vivir aumenta
nuestra huella ecológica2
y nos exige ser productivos. En el
extremo de sentir que estamos “perdiendo el tiempo” cuando nos quedamos en casa
sin “hacer” nada o cuando cortamos con la rutina en forma espontánea; incluso
cuando le dedicamos tiempo a lo que más nos gusta hacer, pero no está
relacionado con nuestras “obligaciones”. Esto sucede debido a que el “productivismo”
es una forma de pensar/sentir fuertemente aceptado e implantado en la mente
colectiva desde muy temprana edad; desde la escuela, la publicidad, las
relaciones laborales, los medios de comunicación, etc.
En definitiva, podemos decir que destinamos
la mayor parte de nuestro tiempo
en generar dinero para luego
conseguir esos elementos indispensables para nuestra vida; volviéndonos dependientes y perdiendo nuestra
individualidad. Para contrarrestar esto proponemos cambiar ciertos hábitos para
tomar responsabilidad directamente sobre nuestras necesidades, generando
acciones que fortalezcan las economías locales, eliminando así a los
intermediarios que se llevan la mayor ganancia económica, creando redes de
productores.
El caso de nuestra
alimentación. El sistema de
producción actual de alimentos se compone de diversos engranajes que incluye a
los productores, distribuidores mayoristas, minoristas, transportistas, etc. Si
analizamos detenidamente las brechas de precios3 entre
productores y consumidores veremos que a menudo sobrepasan el 1500%4.
¿Qué significa esta brecha? que el Estado a
través de impuestos recibe más de lo que se le paga al productor; que a pesar
de que los productores asumen gran parte de los riesgos (climáticos y de
precios, etc.) su participación en el precio final sólo es del 13%; que la
mayor parte de la composición de precios está dada por el flete, cosecha,
embalaje y comisiones al consignatario, entre otros; que los productores no son
los que marcan el proceso inflacionario actual; etc4.
La canasta básica aceptada en
nuestro país se compone de frutas, verduras, cereales, carnes y lácteos.
Quienes no acceden a dicha canasta son considerados indigentes. La canasta cuesta (datos de agosto 2013) por persona
por mes, según el INDEC $240, según Clarín $656 (basado en el precio de los 500
productos con precios congelados), según el GovBA $690. Algunos alimentos que
se incluyen en la canasta son: 6,2 kg/persona al mes de carne ($220), cereales
representados principalmente por fideos y arroz ($183), frutas y verduras
($103), lácteos ($70)5.
Por otro lado, en Argentina se
gasta en promedio $400 mensuales en comida al paso (para muchos un monto mucho
más elevado que lo que se gasta en transporte). La carne, consumida en
hamburguesas o salchichas, es el alimento preferido, junto con el mate. El 67%
de los entrevistados (sobre 576 encuestas) afirma comer en la calle más de una
vez por semana movido por el sabor de la comida y por el trato directo que se
genera con quien atiende6.
Bajo el marco de lo antes
expuesto proponemos una Canasta básica
consciente basada en nuestra experiencia que contempla la calidad de los
alimentos, el comercio y distribución justo de los productos y el costo
apropiado para entornos urbanos. La misma se compone de cereales integrales,
legumbres, semillas, frutas y verduras. También algo de productos de origen
animal como lácteos y huevos en su mayoría orgánicos (no necesariamente
certificados). La estimación de costos de la canasta consciente es de $550 persona/mes (cereales $85,
legumbres $25, semillas $75, lácteos y huevos $65, verduras $100, frutas $100).
La obtención de la canasta
consciente se realiza a través de redes
de consumo consciente. Un análisis de nuestra red de consumo a través de
encuestas nos dio los siguientes resultados: ¿Quiénes participan de la red? Hasta 12 hogares, involucrando en promedio 26
personas. No todos consumen los mismos productos ni tienen la misma dieta.
Además, cada hogar difiere en el grado de consumo de productos de comercio
justo. Algunas características relevantes del grupo es que más del 50% consume
productos orgánicos frescos o secos y el 100% cocina en casa. Por otro lado,
más del 70% compra alimentos sueltos, participa de compras comunitarias y
elabora productos caseros. El costo promedio por persona por mes fue de
aproximadamente $600, lo que demuestra individuos que cuidan la economía
familiar.
¿Cómo funciona la red? El grupo de consumo consciente trata en su
mayoría directamente con los productores como es el caso de las verduras
orgánicas. Así nos aseguramos de conocer la calidad, modos de producción y
distribución de los productos. Si esto no es posible buscamos tratar con
distribuidores directos como el caso de la Yerba mate, donde nos comunicamos
con el representante de las cooperativas que la producen. Otra opción que
manejamos es trabajar con acopiadores y distribuidores mayoristas como es el
caso de los productos orgánicos secos y el aceite de oliva. Por otro lado,
tratamos de incorporar otras formas de economía para quitarle protagonismo al
dinero como es el trueque e intercambio, esto lo hemos probado para el caso de
huevos, mermeladas caseras, conservas y repostería natural. También
incorporamos la producción y el aprovechamiento de alimentos a través del
trabajo en huertas y el uso de frutos del arbolado urbano. Según los productos
y su forma de distribución utilizamos distintos puntos de recepción y/o
representantes que se ocupan de recibir los productos. La comunicación dentro
del grupo se realiza por redes sociales e Internet, pero se mantiene siempre el
protagonismo de una comunicación directa cara a cara.
A través de nuestra experiencia con los grupos locales de consumo
observamos que se favorece una dieta más saludable, se incentiva la determinación
de precios justos, el ahorro económico, el uso de otras economías, la elaboración
de productos caseros, la selección de productos de alta calidad, la alimentación
personalizada, etc. La principal resistencia que observamos al momento de
volver a tomas las riendas de nuestra alimentación es la falta de tiempo.
De allí que debemos preguntarnos en que realmente ocupamos nuestro tiempo y a
quien o a quienes se lo entregamos. En las rutinas vertiginosas de hoy día, el
tiempo es el factor clave para recuperar nuestra autonomía e independencia.
Por lo que concluimos que es de gran importancia dedicar nuestro tiempo y
tomar responsabilidad directamente en lo que necesitamos. Es crucial identificar
los intermediarios en nuestra vida y mejorar los sistemas para prescindir poco
a poco de ellos, a su vez de identificar en que somos nosotros mismos
intermediarios. Identificar las necesidades que tercerizamos y redistribuir ese
esfuerzo hacia la creación y el fortalecimiento de las redes de productores. Nuestro
gran desafío es descentralizar la energía, vivienda y alimentación, allí
debemos enfocar nuestros esfuerzos. El cambio y la decisión son al comienzo
individual, ya está sucediendo, no hace falta nada más. Luego se fortalece con
lazos y grupos pequeños o medianos interdependientes. Esta forma de actuar
favorece la independencia económica y de recursos necesaria para la creación de
nuevas sociedades autosuficientes, descentralizadas y libres.
Referencias:
Agradecemos vuestra publicación. Cómo hacemos para conectarnos a la Red de Consumo Consciente??
ResponderEliminarDesde Espiral incentivamos la creación y multiplicación de nuevos grupos de consumo consciente más allá del que nosotros mismos participamos. De esta forma nos aseguramos grupos pequeños, descentralizados de fácil organización; pero en comunicación con otros grupos en forma de red. Para tal fin nos podemos a disposición a través de nuestra experiencia y forma de trabajo por medio de talleres-charlas participativas. Si estás interesado en formar un grupo de consumo consciente en tu lugar con tu grupo o para más información ponte en contacto con nosotros a espiralpracticasapropiadas@gmail.com.
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