¿Qué nos llevamos a la boca? ¿Masticamos o tragamos? ¿Nos
nutrimos o simplemente engullimos?
Todas las cosas están conectadas. No es posible separar un
aspecto sin alterar o impactar en otro. Eso nos enseña la Naturaleza. Nutrirse
es mucho más que “comer”. No sólo los alimentos sólidos nos nutren, sino
también (y mucho más aún) los alimentos líquidos y gaseosos y los alimentos
inmateriales, emocionales y del espíritu.
Nos hemos desconectado tanto de la Naturaleza que no
reconocemos lo que nos hace bien de lo que nos destruye. No “vemos” de donde
viene lo que engullimos. Todo parece que es simplemente “comida”. Pero eso que
comemos define lo que somos. No es un status social, no es sólo pasar el rato,
no es comer por aburrimiento, por ansiedad, o por el simple hecho de comer
porque hay que comer y nada más. No se trata de alimentarse por inercia.
Como se alimenta una sociedad nos lleva a saber mucho de
ella. En la Argentina contamos en la actualidad con 33 millones de hectáreas cultivadas
de soja transgénica1, somos el 3er país de mayor producción
de soja OMG (organismo modificado genéticamente) del mundo. Para ello
utilizamos 33 millones de litros de agrotóxicos al año. Ésto genera 5 de cada
mil nacimientos con malformaciones2. La soja no es alimento, no va a
palear el hambre en el mundo. Ya existe alimento suficiente para todo el
planeta, pero la mitad se tira por fallas en el sistema de producción,
distribución y venta3. La soja y el monocultivo en general es un
negocio mundial y para ello se utiliza lo más preciado: el suelo y la biodiversidad
para llevarlo a cabo. Pero las externalidades: pérdida de nutrientes del suelo4,
desplazamiento de campesinos, erosión y pérdida de biodiversidad1 no
son tomadas en cuenta en los cálculos de “ganancia”. Beneficia a una pequeña
porción del país y del mundo y sobre todo sostiene a las corporaciones, gobiernos
y grandes productores que han dado origen a este mecanismo extractivista. En la
actualidad el modelo no sólo no se cuestiona sino que se potencia a través de
más y más patentes y siembra de transgénicos, sólo un ejemplo más es la construcción
de una de las plantas más grandes del mundo de maíz transgénico5
cuando en otros lugares del mundo el consumo de OGM se ha comenzado a prohibir6.
Cuando hablamos de ganadería Argentina también hace punta.
Contamos con más cabezas de vacas que de personas (51 millones de cabezas7).
Consumimos 58,2 kg/habitante/año8 y nos encontramos en el puesto 11
de mayores exportadores de carne bovina del mundo9. Pero a su vez la
ganadería es responsable del 18% del efecto invernadero (más que el transporte
mundial), además de generar degradación del suelo y de los recursos hídricos10.
Por otro lado, el consumo exacerbado de proteína animal (basado en pautas
culturales y no empíricas) entre otros componentes como la sal, harina, azúcar
refinados y lácteos es responsable de las principales causas de muerte en el
país: enfermedades cardiovasculares y tumores11; además de ser
responsable de un sistema de gran crueldad innecesaria.
Sin embargo, ésta información no se encuentra a libre
disposición de la población, no se divulga ni se discute abiertamente. No se
busca la opinión pública al respecto sino que se trata de imponer directamente
como lo “normal” y como lo que “debe ser”
y nada más. Las consecuencias de nuestra alimentación en nuestra salud y la
salud de los ecosistemas no se encuentran en la agenda gubernamental, ni en los
colegios, ni en las comunas, a pesar de ser determinante. Se protege más a los
intereses de mercado que a la Vida. Se divulga mucho más las cifras de
exportaciones y producción de elementos innecesarios que la conservación de los
sistemas que nos sustentan. ¿Porque es así? Porque así permitimos que sea.
Porque es más fácil no cambiar y no tomar responsabilidad ni siguiera sobre
nuestra propia nutrición y la de nuestra familia. Siempre es más fácil
pertenecer a una masa, aunque la masa apoye la muerte y la destrucción, que
rebelarnos y tomar la responsabilidad de nuestra propia individualidad y moral.
Sin embargo no es necesario apoyar, repetir o pertenecer a
dichos mecanismos. La rebelión pacífica a formas que respetan la Vida nos
fortalece y nos vuelve soberanos. No hace falta consumir productos de origen
animal, ni OGM, ni refinados. Por otro lado es inseparable nuestra dieta de
nuestra forma de vida. Una vida alienada, estresada y sin belleza dentro de lo
artificial predispone al consumo de productos industriales, artificiales y
nocivos de carácter principalmente ácido12. En la actualidad existe mucha
información sobre una adecuada alimentación basada en productos orgánicos:
frutas y verduras, cereales integrales y legumbres, semillas, hongos y algas.
Productos sin transformar, que contienen todos sus componentes naturales, alimentos
vivos de gran poder nutritivo para nosotros.
Es inseparable nuestra dieta de nuestra vida en su conjunto,
una cosa impacta en la otra y en el ambiente. Debemos comenzar a tomar
responsabilidad desde lo más interno a lo más externo. La alimentación es una
puerta de entrada a una mejor calidad de vida, más libre, más responsable con
la Vida y más soberana. Invitamos a reflexionar y discutir estos temas abiertamente
en debate público, en escuelas, municipios, centros culturales, etc.; a través
de cine debate, talleres o charlas. El cambio se está produciendo, para bien,
no estamos solos en el camino.
Más info:
Que hermosa exposición de sinapsis neural, me encanto!
ResponderEliminarAbrazos enormes y mucha luz mis compadres del alma!
Excelente artículo, gracias por compartir #consciencia !!
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