sábado, 7 de septiembre de 2013

Alimentación consciente en sintonía con la Naturaleza


¿Qué nos llevamos a la boca? ¿Masticamos o tragamos? ¿Nos nutrimos o simplemente engullimos?

Todas las cosas están conectadas. No es posible separar un aspecto sin alterar o impactar en otro. Eso nos enseña la Naturaleza. Nutrirse es mucho más que “comer”. No sólo los alimentos sólidos nos nutren, sino también (y mucho más aún) los alimentos líquidos y gaseosos y los alimentos inmateriales, emocionales y del espíritu.

Nos hemos desconectado tanto de la Naturaleza que no reconocemos lo que nos hace bien de lo que nos destruye. No “vemos” de donde viene lo que engullimos. Todo parece que es simplemente “comida”. Pero eso que comemos define lo que somos. No es un status social, no es sólo pasar el rato, no es comer por aburrimiento, por ansiedad, o por el simple hecho de comer porque hay que comer y nada más. No se trata de alimentarse por inercia.

Como se alimenta una sociedad nos lleva a saber mucho de ella. En la Argentina contamos en la actualidad con 33 millones de hectáreas cultivadas de soja transgénica1, somos el 3er país de mayor producción de soja OMG (organismo modificado genéticamente) del mundo. Para ello utilizamos 33 millones de litros de agrotóxicos al año. Ésto genera 5 de cada mil nacimientos con malformaciones2. La soja no es alimento, no va a palear el hambre en el mundo. Ya existe alimento suficiente para todo el planeta, pero la mitad se tira por fallas en el sistema de producción, distribución y venta3. La soja y el monocultivo en general es un negocio mundial y para ello se utiliza lo más preciado: el suelo y la biodiversidad para llevarlo a cabo. Pero las externalidades: pérdida de nutrientes del suelo4, desplazamiento de campesinos, erosión y pérdida de biodiversidad1 no son tomadas en cuenta en los cálculos de “ganancia”. Beneficia a una pequeña porción del país y del mundo y sobre todo sostiene a las corporaciones, gobiernos y grandes productores que han dado origen a este mecanismo extractivista. En la actualidad el modelo no sólo no se cuestiona sino que se potencia a través de más y más patentes y siembra de transgénicos, sólo un ejemplo más es la construcción de una de las plantas más grandes del mundo de maíz transgénico5 cuando en otros lugares del mundo el consumo de OGM se ha comenzado a prohibir6.

Cuando hablamos de ganadería Argentina también hace punta. Contamos con más cabezas de vacas que de personas (51 millones de cabezas7). Consumimos 58,2 kg/habitante/año8 y nos encontramos en el puesto 11 de mayores exportadores de carne bovina del mundo9. Pero a su vez la ganadería es responsable del 18% del efecto invernadero (más que el transporte mundial), además de generar degradación del suelo y de los recursos hídricos10. Por otro lado, el consumo exacerbado de proteína animal (basado en pautas culturales y no empíricas) entre otros componentes como la sal, harina, azúcar refinados y lácteos es responsable de las principales causas de muerte en el país: enfermedades cardiovasculares y tumores11; además de ser responsable de un sistema de gran crueldad innecesaria.

Sin embargo, ésta información no se encuentra a libre disposición de la población, no se divulga ni se discute abiertamente. No se busca la opinión pública al respecto sino que se trata de imponer directamente como lo “normal” y como lo que  “debe ser” y nada más. Las consecuencias de nuestra alimentación en nuestra salud y la salud de los ecosistemas no se encuentran en la agenda gubernamental, ni en los colegios, ni en las comunas, a pesar de ser determinante. Se protege más a los intereses de mercado que a la Vida. Se divulga mucho más las cifras de exportaciones y producción de elementos innecesarios que la conservación de los sistemas que nos sustentan. ¿Porque es así? Porque así permitimos que sea. Porque es más fácil no cambiar y no tomar responsabilidad ni siguiera sobre nuestra propia nutrición y la de nuestra familia. Siempre es más fácil pertenecer a una masa, aunque la masa apoye la muerte y la destrucción, que rebelarnos y tomar la responsabilidad de nuestra propia individualidad y moral.

Sin embargo no es necesario apoyar, repetir o pertenecer a dichos mecanismos. La rebelión pacífica a formas que respetan la Vida nos fortalece y nos vuelve soberanos. No hace falta consumir productos de origen animal, ni OGM, ni refinados. Por otro lado es inseparable nuestra dieta de nuestra forma de vida. Una vida alienada, estresada y sin belleza dentro de lo artificial predispone al consumo de productos industriales, artificiales y nocivos de carácter principalmente ácido12. En la actualidad existe mucha información sobre una adecuada alimentación basada en productos orgánicos: frutas y verduras, cereales integrales y legumbres, semillas, hongos y algas. Productos sin transformar, que contienen todos sus componentes naturales, alimentos vivos de gran poder nutritivo para nosotros.

Es inseparable nuestra dieta de nuestra vida en su conjunto, una cosa impacta en la otra y en el ambiente. Debemos comenzar a tomar responsabilidad desde lo más interno a lo más externo. La alimentación es una puerta de entrada a una mejor calidad de vida, más libre, más responsable con la Vida y más soberana. Invitamos a reflexionar y discutir estos temas abiertamente en debate público, en escuelas, municipios, centros culturales, etc.; a través de cine debate, talleres o charlas. El cambio se está produciendo, para bien, no estamos solos en el camino.

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2 comentarios:

  1. Que hermosa exposición de sinapsis neural, me encanto!
    Abrazos enormes y mucha luz mis compadres del alma!

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  2. Excelente artículo, gracias por compartir #consciencia !!

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