miércoles, 15 de julio de 2015

El ambiente no será candidato en las próximas elecciones argentinas


Los invito a que reflexionemos juntos un momento sobre la realidad ambiental argentina. Actualmente nuestro país es el tercer productor mundial de transgénicos con 24,9 millones de hectáreas en el 20131, representada principalmente por la soja resistente al glifosato. ¿Nos hemos detenido a pensar porque hemos llegado a esta realidad y lo que significa?

Un reconocido periódico del agro nos dice que “los números de la biotecnología agrícola crecen y cobran importancia en el progreso mundial por la erradicación del hambre”. Por otro lado, afirma que “la tasa de adopción de cultivos genéticamente modificados (GM) ha sido elevada, lo cual indica el alto grado de satisfacción del agricultor argentino con respecto a los beneficios que provee la biotecnología, entre los que se destaca el incremento en los rendimientos, la posibilidad de realizar cultivos de segunda y la reducción de los costos de producción (reducción de aplicaciones de insecticidas)1.  

También, recientemente el glifosato ha sido incluido en la categoría 2A como un probable carcinógeno humano por la Agencia Internacional para la investigación del Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en base a estudios en animales y datos epidemiológicos en humanos tanto con glifosato puro como con los preparados comerciales (RoundUp)2. Respecto a esta asignación la BBC nos cuenta que la compañía Monsanto ha demandado una retractación de la OMS. Recordemos que Monsanto, una compañía basada en U$S 15.000 millones basa su éxito comercial en la venta de cultivos GM resistentes a este herbicida. La compañía ha declarado que está evaluando la mejor manera de proceder ante la publicación de la OMS argumentándose en que el glifosato se había probado como seguro durante décadas y en el que acusó a IARC de basar sus conclusiones en política y no en buena ciencia3.

La Argentina es el décimo país con mayor superficie cultivable del planeta con 31 millones de hectáreas según datos de la FAO, el diario Norte de Chaco nos dice “la Argentina todavía puede expandir su frontera agrícola y la utilización de organismos GM ayuda a este crecimiento”. La nota finaliza compartiendo las palabras de Eduardo Trigo que opina que si no se hubiera incorporado la soja transgénica en 1996 la superficie sembrada con este cultivo apenas superaría los 10 millones de hectáreas4.

Para realmente poder evaluar el presente ambiental y de nuestra agricultura, que dicho sea de paso, es la realidad que compartimos con los Estados Unidos, Brasil y Paraguay en cuanto a la dominancia en la siembra de cultivos GM; debemos examinar algunos conceptos que dejamos pasar sin detenernos demasiado y que abundan en los medios de comunicación y sin percibirlo en nuestro discurso cotidiano.

Volvamos al comienzo, ahora con un poco más de atención, el medio relaciona biotecnología con progreso y erradicación del hambre. Claro está que erradicar el hambre del mundo sería realmente un progreso importantísimo como humanidad, pero en esto ¿está realmente relacionada la biotecnología? ¿Hace falta producir más alimento? ¿Estamos conscientes que hoy en día se produce en el mundo alimento suficiente como para alimentar al doble de la población mundial?5 ¿Sabemos que la mitad de la comida producida en el mundo se tira por errores en el sistema de producción, distribución y venta?6 ¿Tenemos en cuenta que la población malnutrida del mundo ha aumentado desde la mitad de la década de los 90 (momento en que comienzan a implementarse masivamente los cultivos GM) hasta el 2008 de 788 a 923 millones de personas respectivamente?7 ¿Sabemos que la proporción de personas malnutridas en los países en desarrollo prácticamente no ha variado en el período 1995-20088, cuando los cultivos GM en los mismos países han aumentado de 0 a 40 millones de hectáreas9?

Sigamos adelante, el mismo medio relaciona los conceptos de alto grado de adopción a los cultivos GM con satisfacción a los beneficios de la biotecnología expresado en incremento en los rendimientos, reducción de costos y altos beneficios económicos. Si pensamos bien son tres argumentos relacionados a conceptos económicos, es raro ver como “satisfacción” se considera ligado a beneficio económico como el único argumento. En mi opinión, otros conceptos como felicidad, belleza, amistad, compartir, disfrutar, etc. deberían estar relacionados con “satisfacción”, pero no aparecen.

Recientemente, el glifosato ha sido declarado como probable carcinógeno, habiendo evidencia de sus efectos adversos en el ambiente y en las personas desde hace varios años, por ejemplo: Rulli en su libro “pueblos fumigados” nos cuenta que las Madres de Ituzaingó recientemente han sido escuchadas por la Justicia luego de denunciar por una década que de cinco mil personas que viven en su barrio, el 35% padece cáncer debido a las fumigaciones10.  A partir de esta asignación del glifosato Monsanto, principal perjudicado, pide la retracción de la OMS argumentando que el compuesto se había probado como seguro durante décadas. ¿Se había probado? ¿De qué forma? El Dr. Carrasco fallecido recientemente, por ejemplo, había publicado los efectos adversos en embriones de vertebrados de este compuesto desde 2009 y recibió amenazas y desestimaciones por parte de autoridades nacionales e internacionales.11, 12, 13

Las argumentaciones a favor o en contra se construyen habitualmente desde la misma forma de razonamiento que genera el problema que se pretende solucionar. En ningún momento se cuestiona en el grueso de la opinión pública al individualismo, la sociedad liberal y la economía capitalista. Donde cada persona basa su bienestar en el consumo de bienes y servicios. Si esto es así, si nuestro bienestar está ligado a poseer bienes y reconocimiento, podemos recudir lo que nos rodea simplemente a objetos útiles potencialmente comprables y vendibles. Pero, en este camino de simplificación también están incluidos los elementos vivos: la naturaleza y nosotros mismos.

Siguiendo esta forma de ver las cosas, buscamos cada vez más vivir entre objetos, nuestras “posesiones”, encerrándonos en ambientes artificiales, lejos de los paisajes naturales. Vemos a las personas que nos rodean por lo que hacen y no por lo que son. Creyendo fuertemente que todo depende de nosotros, nuestro éxito y fracaso en este mundo, sin ver ni sentir las conexiones que sostienen todos los componentes del complejo entramado de la vida.

A pesar del estrés, cansancio, insatisfacción, rutina, nervios, monotonía, fealdad; llegamos a entregar lo más valioso que poseemos: nuestro tiempo y fuerzas. Un jefe (autoridad) invisible, sutil, actúa dentro de nosotros mismos y por temor a revelarnos, a ser castigados por el resto, a tomar medidas, a hacernos cargo, a perder nuestras posesiones; preferimos seguir siendo esclavos de nuestros logros, seguir haciendo carrera, seguir consumiendo, seguir poseídos por la ansiedad productivista.

Así entre objetos y obligaciones hablar de felicidad es raro hoy en día y diría que hasta tabú. Cuando se nos pregunta sobre el tema muchos no sabemos que responder. Y a la pregunta de ¿cómo estás? la respuesta más común es: ahí ando, tirando, normal, estoy bien tengo todo lo que necesito, no me quejo, no me falta nada, o un directo estoy cansado, harto… Pero en lugar de cuestionar nuestra forma de vida y sus carencias significativas en conceptos de solidaridad, comunidad, cuidado, cooperación, afecto, autorealización y transcendencia;  expandemos esta forma de ver las cosas más allá de nosotros mismos y nuestro círculo más próximo, limitando todo a su utilidad.

De este modo, fuera de las ciudades, llegamos a talar ecosistemas de los más biodiversos del mundo para vender su madera o para usar las tierras como pasturas para ganado. Reducimos el Amazonas a palma aceitera, o la selva misionera a plantaciones de pino, o el Chaco a soja, etc. Lo que estamos haciendo también es reducir la tierra, la vida y su compleja trama a una forma de producir dinero. Ya que la soja no es un alimento, sino un commodity cuyo valor se fija en la bolsa de valores al igual que muchas otras materias primas14, 15. La tierra fuente de vida por dinero, ¿no es una forma de prostitución?

Tanta hipocresía existe hoy en día en nuestra cultura que podemos hacer una marcha por los derechos y la seguridad de la mujer y seguir violando a nuestra tierra con la conciencia limpia, sin ver ni sentir las conexiones entre todos los componentes del planeta. Sin entender que no estamos separados de ella.

Así es como llegamos a rociar medio país con un compuesto tóxico generado en laboratorio; sin entender lo que afuera, en el ambiente, ni adentro, en nuestro ser, está sucediendo. Sin ningún tipo de cuestionamiento. Así, llegamos a hablar de mejorar las semillas cuando estamos olvidando lo que la semilla significa y cómo cultivarla de la forma en que la tierra nos lo indica. Así, llegamos a preferir alimentos procesados en lugar de naturales, etc.

Ahora se vienen elecciones políticas pero ningún candidato propone cuestionar este razonamiento, pasan los candidatos, los partidos políticos, las banderas y slogans; mientras que en el ambiente los organismos GM aumentan, la extracción aumenta… y nosotros seguimos encerrados, sin tiempo, sin involucrarnos y con miedo.

Artículo escrito por: Pablo V. Perepelizin

Referencias

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